María Allande Rubio. La María la Asturiana siempre tenía café calentito para todas esas mujeres que venían al lavadero a destrozarse las manos para lavar la ropa de los demás. Y no es que ella tuviera mucho, pero todo lo que tenía lo compartía. A pesar de los reveses de la vida, la asturiana nunca perdió su acento, su humor, ni su mano para hacer los mejores flanes del mundo.