Mi madre, Catalina González, era una mujer muy valiente. Eran 7 hermanos y al morir su madre siendo ellos pequeños, como económicamente el padre no podía mantenerlos, a varios les metieron internos. Con 16 años al estallar la guerra civil en España, la llevaron al Hospital de Guadalajara para ayudar con los heridos que llegaban del frente. Le dieron unas lecciones y un libro con nociones básicas de curas y medicina y allí, sin conocimientos previos, empezó a curar y a coser las heridas a los que llegaban.En una ocasión un ruso que estaba curando le preguntó su nombre y ella dijo “me llamo Cati “ el ruso dijo ¿Cati? No, Cati no, Catalina, Catalina la más grande. Mucho tiempo después, casada y habiendo yo nacido, teníamos un patio con unas gallinas y a una de ellas se le atragantó algo y se ahogaba, así que con una cuchilla de afeitar, la rajó el pescuezo, le sacó lo que la impedía respirar, la cosió y la gallina siguió viviendo. En otra ocasión, una vecina se puso de parto y no llegaba la comadrona, así que ella la ayudó en el parto, cortó el cordón umbilical, lo pinzó con una pinza de la ropa y le puso el niño encima a la madre hasta que llegó la comadrona.